Quien ha decidido vivir la guerra contra la autoridad y se posiciona por
medio de sus acciones como un protagonista activo en el
enfrentamiento – y no como un mero espectador de acontecimientos –
reflexiona constantemente sobre el contexto en que la lucha se va
desarrollando. Es imposible para un/a guerrerx abstraerse de la
realidad combativa de la cual forma parte por medio de sus actos y
con su vida entera convertida en propaganda contra el poder. Por eso
la necesidad de reflexionar en torno a ciertas ideas, cuestionamientos
y desafíos del escenario que hoy se nos presenta….
Desde la muerte del compañero Mauricio Morales al estallar el
artefacto explosivo que llevaba en su mochila y la delación de
la madre de Diego Ríos ante hallazgo de pólvora que
gatilló la fuga del compañero (hoy clandestino y con la
ley antiterrorista esperando por él), la investigación
que el Estado lleva a cabo por la seguidilla de bombazos ocurridos en
la capital desde 2005 ha tenido como consecuencia una agudización
y renovación de los métodos
represivos: Los allanamientos con evidencia en mano han dado paso a
la invasión “preventiva” y militarizada de casas ocupadas
y particulares en busca de alguna pista que permita vincular a
alguien con la hasta ahora infértil investigación en
curso. Junto a esto, se pretende difundir un miedo represivo que
permita aislar a los espacios ocupados y centros sociales donde la
idea antiautoritaria de acción contra la dominación se
expresa y difunde abiertamente, lo cual se ha hecho evidente con los
constantes controles de identidad y empadronamientos con que la
policía uniformada y de civil hostiga a quienes concurren a
estos espacios.
La maquinaria judicial, policíaca y de inteligencia del Estado ha
abocado su infame existencia a satisfacer la necesidad del poder de
encontrar algún responsable a como de lugar. Al parecer, es la
burocracia democrática la que les impide llevar tras las rejas
a cualquiera, por eso deben orquestar un espectáculo creíble
que convenza hasta el más ingenuo para calmar el desconcierto que entre lxs dominadorxs y sus “profesionales’’mercenarios-guardianes-investigadores
han causado los atentados explosivos que hasta el día de hoy
no cesan de ocurrir (al contrario, ya se han comenzado a extender a
otras regiones del país). Lo que sí está claro
es que el enemigo está haciendo lo posible por encarcelar a
más de algún/xcompañerx y prepara el escenario
mediático para aquello.
Pero más allá de aislar a ciertos espacios e individuxs, se
busca aniquilar una idea que va aparejada con la acción: el
ejercicio de la libertad total que necesita de la total destrucción
de todo orden social por medio del ataque a la autoridad en el
presente y bajo cualquier forma en que esta se manifieste. Esta es
una idea que se propaga permanentemente por medio de la práctica
y no a través de la mera reflexión o de
cuestionamientos eternos que
nunca llegan a la acción.
Es este contexto el que nos llama con urgencia a propagar esta idea más
allá de nuestra propia intimidad o espacios cotidianos, para
que las prácticas de revuelta se expandan y multipliquen con
más fuerza. Porque cuando se habla de insurrección
permanente o “cotidiana” no se hace referencia solamente a un
conjunto de practicas antiautoritarias que se desarrollan en nuestra
intimidad (lo que comemos, cómo vivimos, a quien amamos,
etc.), aunque tales actos también son propaganda contra el
poder y desarrollan cualidades que deben trascender a unx mismx y lxs
cercanxs, y esto solo puede llevarse a cabo cuando comprendemos que
la lucha que desarrollamos a partir de nuestra individualidad se
enmarca en un contexto mayor que nos hermana con otrxs compañerxs
que (des)conocemos. Son nuestras acciones y el contenido que les
damos lo que da forma a nuestras proyecciones en la lucha, las cuales
se forjan a partir de nuestra práctica en el presente. Hoy es
cuando sentimos la necesidad de agudizar la permanente conflictividad
con el poder y darlo todo mientras respiremos, aun a pesar de que tal
vez nunca vivamos un gran “estallido social” o “revolución”,
pero sabiendo que el futuro que vendrá será el que se construya
desde el presente. Dicen por ahí que si no somos nosotrxs,
quién? Y si no es ahora, cuándo?…
A pesar de esto, hay quienes eligen vivir su luxa desde un plano
individual no enmarcándolo en un contexto mayor, prefiriendo
no hermanarse con los compañeros que propagan la idea de una
manera más “visible”. Convencidxs de que la revuelta posee
un carácter netamente íntimo e individual, no dudan en
tachar a otrxs compañerxs de “autoritarixs” o de invalidar
su experiencia con la excusa de que estas no representan un esquema a
seguir por nadie.
Aquí no nos estamos refiriendo a los enjuiciamientos emanados desde
quienes pretenden coexistir pacíficamente con el poder
levantando alternativas al capital, sino que a los dardos que algunxs
compañerxs que dicen estar en guerra contra la autoridad han
apuntado hacia ciertxs compañerxs y espacios.
Basta con poner como ejemplo la actitud que algunxs asumieron al sentirse
ofendidxs por las palabras de lxs compañerxs del CSA Y
Biblioteca Libertaria Jhonny Cariqueo en su comunicado “Ante la
partida Diego Ríos” donde se expresaba que ante los golpes
del enemigo “la pasividad nos convierte en traidorxs”. Quienes
equivocadamente sintieron que el mensaje era personalizado y acusaron
a lxs compañerxs y a otrxs espacios de buscar protagonismo
y de imponer un discurso dentro del entorno antiautoritario, han
demostrado actitudes poco fraternas y solidarias que han recaído
en actos mas parecido al comentilleo cobarde que promueve el sistema
antes que a críticas y autocríticas entre compañeros.
Ciertamente, el aprendizaje de otrxs compañerxs no constituye
un modelo inamovible – pues la revuelta niega todo tipo de ideología
y esquema preconcebido- pero tampoco se puede tener la arrogancia de
restarle el valor al aprendizaje de otrxs que pueden servir de
enriquecimiento para nuestra propia práctica en la lucha
(quien quiera enriquecerla, obviamente). Múltiples son las
herramientas a nuestra disposición para expandir la revuelta y
solo la creatividad y el arrojo pueden llevarnos a encontrar nuevas
posibilidades de acción. Puede ser que algunxs compañerxs
opten por agudizar el enfrentamiento desde el parcial o completo
anonimato o invisibilidad – lo cual también es una decisión
totalmente personal –, pero tal elección es válida
si se asume en retroalimentación y complemento con compañerxs
que desarrollan la lucha empuñando cualquiera de las variadas
armas con que es posible atacar el enemigo. Y si bien se apunta a ser
guerrerxs integrales porque negamos todo tipo de especialización,
cada unx decide qué aspecto de su vida – y con quien –
afilará con mayor ímpetu en retroalimentación
con la lucha que se proyecta en un contexto que va más allá
del individux y su grupo afín.
Por tal motivo, y ante el actual contexto de persecución a
compañerxs y espacios en pie de guerra contra el poder, la
propagación de la(s) idea(s) antiautoritaria(s) por medio de
la acción se presenta como una tensión y un desafío
a resolver en la práctica de propaganda. Ha sido un mal
entendimiento de lo que significa ser enemigo de la sociedad lo que
ha hecho que se difunda una reticencia a propagar estas ideas entre
lo que suele denominarse “la gente”. Y aunque no esperamos a
nadie en nuestro camino, tampoco se puede considerar como enemigo a
todo aquel que camina por la calle. Sabemos que la revuelta está
encarnada por personas y por eso interesa también que las
cualidades se expandan numéricamente sin el afán de
construir ningún tipo de movimiento, ni idealización de
las personas en base a su condición social, étnica,
judicial, etc. Nadie encarna la revuelta en sí mismx si no
logra desprenderse de los viejos roles emanados de la sociedad de
clases: trabajador/a, poblador/a, estudiante, subversivx, etc.
Tomarse las calles, rayarlas, desbordar manifestaciones con propaganda de
acción concreta son prácticas que lxs compñerxs
antiautoritarixs en Grecia hace rato han asumido como necesarias –
pero jamás únicas- para expandir sus ideas.
No idealizamos el contexto de estxs compañerxs, pero es necesario
valorarlo y adecuarlo al nuestro como aprendizaje – no hay que
olvidar que la autoridad está presente en todo el mundo y
también la cooperación entre dominadores es algo real.
– Remecer con propaganda la cotidianidad enajenada de la gente no es
sinónimo de querer convencer o intentar limpiar la imagen de
un movimiento (ficticio) criminalizado como pretenden hacerlo los
mercaderes de ideología anarquista. Tampoco se trata de negar
la radicalidad de la idea/acción que se desea propagar ni de
crear simpatizantes en torno a ella, sino que cada vez más
personas se armen contra el poder – de la manera que sea- o por lo
menos no condenen a quienes pasan a la acción, recordemos que
en otros lugares aun se pone precio a la cabeza de lxs insurrectxs.
Todo acto de propaganda vale por sí mismo y quien quiera sintonizar
con la gente a través de códigos comunes ha de
intentarlo sin olvidar que es por medio de la acción contra
toda forma de autoridad que nos realizamos como individuxs libres y
que tal idea es peligrosa para el orden social. Por tanto, en cada
acción que realicemos por pequeña que parezca, se debe
ser cuidadosxs y estar concientes de las consecuencias que significa
actuar como enemigo
de la autoridad, no vociferando lo que hacemos o dejamos de hacer ni
mucho menos disminuyendo la seguridad y los niveles de confianza con
quienes llevamos a la practica la guerra contra la sociedad.
Unxs compas de $hile