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Envíado al correo:
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La lucha contra el sistema carcelario, no es una lucha que se de, como algunxs piensan, sólo hoy, tras la detención de algunxs compañerxs el pasado 14 de agosto, ni exclusivamente cuando en algun otro lugar del mundo se encuentran compañerxs en prisión. No se trata de reaccionar bajo una circunstancia específica en donde veamos que la cárcel nos toca, puesto que la cárcel esta todo el tiempo esperando por quienes han decidido -y vaya que si es una desición- pasar a la ofensiva; la cárcel esta aquí, aun cuando no salga en la prensa, aún si no hubieran compañerxs en prisión, aún si lxs presxs no se quejaran de las condiciones en las que viven dentro de ella.
El sistema carcelario no es tan sólo un edificio llamado “cárcel”, si lo fuera, no sería un sistema. La cárcel es el sueldo de algunxs y el precio que pagan otrxs. Es una parte esencial del Estado y su funcionamiento, de las normas que nos imponen y de las sanciones que nos traerá no acatarlas. Es el cuco, el viejo del saco, el mounstro bajo la cama, ese “infierno creado para aceptar otro infierno”. La cárcel es la cara visible del miedo institucionalizado, que bajo la falda alberga y da calor a todx aquel que la sustenta y la hace posible, también a quienes la aceptan y a quienes miran para otro lado con tal de obviarla y hacerla parte del paisaje.
Claro que pregonamos fuego a la cárcel con especial complicidad porque hoy hay quienes, oponiendose a ella, están dentro. ¿Pero y si no lo estuvieran? ¿Cuán feroz sería el deseo de derrocarla? Si marcharamos solo por ellxs, gritaramos y rayaramos solo sus nombres e incluso decidieramos hacer acciones aún más bravas solo por ellxs, sería como creer que la “calle” es trofeo de algunxs cuantxs; aquellxs que son nuestrxs hermanxs, compañerxs y/o presxs politicxs. Es como si de algún modo asintíeramos por omisión al régimen carcelario para el resto.
Por otro lado -y como hemos leído por ahí- nunca se ha hablado contra la capacidad de lxs solidarixs para armarse y decidir atacar como mejor les parezca, ni desde grupos de apoyo ni desde lxs compañerxs, por el contrario, son ellxs mismxs quienes siguen declarándose en guerra contra el capital.
Nuestrxs compañerxs hoy en prisión no forman parte de un cuoteo político, no son banderas que izar. Es fácil decir que se es reformista cuando se trata, en realidad, de salir por todos los medios posibles del infiernos que significa una cárcel. Una hora más de patio o un mejor trato a las visitas, por decir algunas, no son luchas censuadas bajo un estandarte de reformas, sino que un mejoramiento inmediato a sus condiciones dentro. No confudimos, en ningún minuto, sus peticiones, como renuncia a sus ideas; creemos que no han pretendido mejorar la cárcel, sino estar lo mejor posible en ella, no con el afán de acomodarse allí ni proyectar perfeccionamientos carcelarios para mañana sino procurando una lucha por la libertad que intentan arrebatarles, es la necesidad de rebeldía y dignidad hoy. La libertad es irreductible.
“Mientras existan las prisiones, nunca seremos libres”.
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Hemos querido rescatar un extracto del prólogo escrito por Edizioni Allaria del libro “Encerradxs bajo llave” (Alfredo M. Bonanno), que data de marzo de 1993 con la transcripción de una conferencia sobre la cárcel en Bologna hasta una introducción de mayo de 1997, escrita en la cárcel de Rebibbia, en donde Bonanno estaba recluído en ese entonces.
“ENCERRADXS BAJO LLAVE”
Aparentemente, la cárcel es el lugar físico donde se encierra la vida de millones de individuxs, limitando entre vigiladísimos y gruesos muros las posibilidades y las modalidades de movimiento por un tiempo determinado. Pero la cárcel no es sólo esto, no es sólo el límite último de la sociedad donde se puede entrar sólo como encarceladxs o carcelerxs.
No es solo el lado oscuro de nuestro modo de vivir, aquel trastero inaccesible a nuestras miradas de buenxs ciudadanxs, donde se dejan apartados los deshechos o lxs enemigxs de nuestro placentero vivir junto a aquellos antipáticos pero necesarios instrumentos adecuados para realizar una limpieza.
La cárcel es la estructura donde toma cuerpo el concepto de pena, es el/la arquitectx que la proyecta, es la empresa que la construye, es la ley que la rati?ca, es el tribunal que la introduce, es el/la policía que te conduce hasta allí, es el/la celador/a que te vigila, es el cura que va a dar la misa, es el/la psicólogx que le presta su propia obra. Es esto y mucho más todavía. Es la empresa que explota el trabajo de lxs detenidxs. Es aquella que se enriquece proveyendo el rancho, los adornos, el equipamiento de control, los bienes “de lujo” que lxs presxs pueden adquirir a precios carísimos, quizás desarrollando trabajos que tienen el objetivo de reinsertarlxs en la sociedad de los esclavxs y los amxs. La cárcel es también el profesor o la profesora que la justi?ca, es el o la reformadora que la quiere humanizar, es el o la periodista que silencia las condiciones en las que se vive allí, es el o la ciudadana que la ignora o la teme.
Así como es encarcelada aquella voluntad que sufre la prisión como el inevitable límite de toda sociedad posible, incluso de una sociedad “liberada”. Aquella voluntad que espera siempre que lxs demás a su vez resarzan los errores y hagan justicia, que se gira resignada hacia otro lado frente a un horror del que se reconoce responsable. Porque este horror nos concierne a todxs y solo nos podremos liberar de él liberandolxs a todxs: destruyendo de?nitivamente toda cárcel.”
–Edizioni Allaria, prólogo de la edición de mayo de1997.
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–Que el miedo no destruya la solidaridad…
que la solidaridad destruya el encierro.
¡¡ SECUESTRADXS POR EL ESTADO A LA CALLE !!